Primer puesto de Concurso Internacional de Cuentos MIR-2020: «Un nuevo hogar K218b» Parte 2

Imagen: Peter Fischer
ALAN AÑOS 2083 -2130
Meses más tarde volví a quedarme embarazada. Se llamó Alan como Alan L Bean, uno de los astronautas que caminaron en la luna. Dar a luz dos bebés que completarían una hazaña que parecía prácticamente imposible. Nuestra misión había finalizado.
Ahora solo quedaba disfrutar al máximo el tiempo que nos quedaba para pasarlo juntos. Preparar física y mentalmente a nuestros hijos para la atmosfera del nuevo planeta.
La nave tenía una sala de entrenamiento donde tenía una gravedad muy alta. Las primeras sesiones fueron muy duras para ellos. Su cuerpo era pesado y no podían casi ni levantarse del suelo. Los brazos y piernas quedaban doloridos del esfuerzo. Poco a poco se fueron acostumbrando y pudieron correr por la sala. Eso no fue un trabajo de meses sino que duró años.
Ahora me encuentro enferma y pienso lo orgullosa que estoy de ellos. Pedro y yo somos dos ancianos astronautas que salieron de la Tierra rumbo a un planeta desconocido. Engendraron dos niños valientes y sabios que llegaran a K218b.
La última fase por nuestra parte, es morir. Dejar la nave adaptada a la gravedad alta. Ellos ya están preparados para seguir solos por el universo y llegar a su destino.
Adiós hijos. Os he querido y admirado. Buen viaje.
AÑO 2140 PLANETA K218b VALENTINA DIARIO
Valentina es mi nombre y me encuentro en la nave Leonis rumbo al nuevo planeta, junto a mi hermano Alan. Nos encontramos a pocos años luz de nuestro destino. Hemos perdido a nuestros padres, que nos han preparado para este momento durante toda su vida. Hemos aprendido a seguir un duro entrenamiento para llegar en las mejores condiciones. A pesar de la edad que comienza a hacer estragos, seguimos esperanzados.
Nuestras vidas en la nave son una monotonía constante. Los recuerdos junto a nuestros padres, todas sus enseñanzas, siempre están presentes. El día a día no es el mismo sin ellos.
Recorrer el universo con solamente la idea en mente de hacer todo lo que tenían programado. Todo era teórico, pero no podemos evitar pensar en el final del camino. El miedo nos invade, pensar si vamos a estar a la altura, que el sacrificio que han hecho nuestros padres no nos sirva de nada.
Ahora mismo tengo tantas preguntas en mi mente que lo único que provocan es que en cada entrenamiento me ponga más al límite. Horas de ejercicio continuo para dejar la mente en blanco. Sentir tristeza. Guardarla porque ahora soy el apoyo de mi hermano menor, un ser que es mi única compañía. Afrontar que ya no están y seguir adelante con la misión.
Recordar aquellos momentos donde era una adolescente llena de energía. Preguntando sin parar y quejándome cada minuto del día. Quería saber tanto del Planeta Tierra que creo que a mi madre entró en un colapso metal con tanta respuesta. Creo que lo hacía para sentirme parte de un lugar, conocer sus costumbres. Imaginarme en mi cabeza como sería el mar o ver un amanecer desde allí.
En el espacio todo era muy diferente. La Tierra con esa paleta de colores anaranjados y rojos debía ser precioso. Mi madre me enseñó fotos pero no era lo mismo. Mientras fui creciendo me convertí en toda una experta en el planeta azul, lo sabía prácticamente todo. Cuando nació mi hermano me encantaba contarle historias terrestres con un toque de imaginación y algo de magia. Se le iluminaban los ojos y realmente era sin lugar a dudas el mejor momento del día.
Uno de los momentos más memorables fue cuando mi madre me habló de la sexualidad humana. Saber todo el proceso, pero sin poder ponerlo en práctica. No era posible. No había hombre o mujer para poder hacer ese experimento carnal. Sólo podía tener mis primeros orgasmos en la sala virtual de la nave, un lugar donde a base de hologramas y gafas especiales podías tener la sensación de vivir algo real, pero no lo era. Sentía un placer y un hormigueo muy placentero. A mi cuerpo le sentaba de maravilla. Después de las sesiones me encontraba tremendamente relajada y con una energía que me duraba todo el día. La subida de adrenalina y la excitación se acabaron convirtiendo en algo cotidiano. Estaba enganchada. La primera vez estuve un minuto, pero cuando comencé a disfrutarlo se convirtieron en sesiones de horas y más tarde de días. Esa sala virtual se acabó convirtiendo en un desahogo emocional.
Mi hermano cuando llegó el momento también tuvo su propia sala. Yo entonces no estaba tan emocionada, se me había pasado el enganche a tanta excitación. Lo mejor fue que ambos compartíamos largas conversaciones de lo que habíamos sentido. Al principio, nos daba vergüenza, pero al poco tiempo no nos daba pudor hablar del tema orgásmico virtual.
-¿ Alan, qué tal la sala sex/virtual?
-La verdad, no sé que decirte. ¿Cómo fue tú primera vez?
– Con un miedo que me recorría todo el cuerpo. No sabía lo que iba a sentir. Fue un desastre.
-Menos mal, porqué tenía tanto miedo que hasta cerré los ojos, solo quería que acabara y salir de la sala. Sonaba una voz que me susurraba en el oído palabras que no entendía, que no paraba de repetirme que me iba hacer sentir bien.
-Alan, te diré lo que me dijo nuestra madre cuando salí por primera vez. Que me dejase llevar, que me relajara y que confiara en mis instintos. No pensar”.
-Eso no ayuda mucho la verdad, porqué lo único que hago es temblar.
-Por lo menos intenta no cerrar los ojos. Con el tiempo se convertirá en tu sala favorita, ya lo verás.
– De momento me vuelvo a la sala de alta gravedad.
– Como quieras.
AÑO 2140 ALAN
-¿De qué están hechas las estrellas?
Eso decía mi abuelo. Era un apasionado de la astronomía. Mi padre siempre me contaba su historia y con los años dejé de acordarme de ella hasta ahora.
No lo tuvo fácil para ser el elegido para esta misión. Era huérfano y desde muy joven vivió en casas de acogida. Era un rebelde que no encajaba en ningún hogar. Se sentía desplazado hasta que llegó a la casa de mi abuelo. Mi padre encontró una persona que le entendía, consiguió que tuviera una meta y volviera a ilusionarse. Mi abuelo tenía tanta pasión por la Astronomía que al joven Pedro lo tenía ensimismado.
-Padre, tengo miedo.
-¿La tormenta te da miedo?
-Sí, y mucho
-Vamos ha hacer una cosa. Cuando veas el siguiente rayo cuenta conmigo.
– Ahí está
– Uno, dos y tres (Se oye un trueno)
– Venga vamos al siguiente. Cuenta otra vez
– Uno, dos, tres y cuatro y cinco (Se oye un trueno otra vez)
– ¿Lo ves? Se está alejando la tormenta.
– ¿Sabes por qué vemos antes la luz que el sonido?
– No, no lo sé
– Tiene fácil explicación. La luz viaja más rápida que el sonido. Por eso cuanto más tarda en oírse el trueno sabemos que la tormenta se está alejando. Y aún hay más.
Si divides por 3 el número que has contado sabrás los quilómetros de distancia que está la tormenta.
-Ahora que lo entiendo, no tengo miedo.
Gracias a mi abuelo y sus historias que habían impregnado su niñez, hicieron que mi padre quisiera ser astronauta. Los años siguientes de estudio y preparación consiguieron que entrará en una agencia espacial.
-Pedro, ¿Sabes como nacen las estrellas?
– Son bombillas diminutas que iluminan el cielo nocturno.
– Las estrellas se forman a través de las nebulosas.
-¿Qué es una nebulosa?
-Es una nube gigante de polvo y gas. En las nebulosas los gases están tan comprimidos y calientes que hacen que exploten y que liberen luz y calor. Así nacen las estrellas.
-¿Las estrellas tienen gas? Nunca me lo hubiera imaginado.
– No solo es gas, sino hidrógeno y helio.
-Son hermosas
-Sí lo son.