Primer puesto de Concurso Internacional de Cuentos MIR-2020: «Un nuevo hogar K218b» Parte 1

Imagen: Thomas Budach
La revista cultural MIR tiene el placer de publicar en calidad de exclusiva el cuento ganador del Primer Concurso Internacional de Cuentos MIR-2020. El trabajo galardonado con el título «Un nuevo hogar K218b» fue escrito por la narradora española Sandra Barrachina. A continuación se reproduce la primera de tres entregas del texto original.
AÑO 20140
Mis ojos vieron la atmósfera del nuevo planeta K218b. 8 veces la masa de La Tierra. Era realmente hermoso.
LOS PREPARATIVOS AÑO 2030
Los preparativos del viaje comenzaron desde que nací. Mis padres fueron unos de los elegidos para tener un bebé modificado genéticamente. La vida en la Tierra se estaba poniendo insostenible y había que tomar medidas drásticas para que la raza humana tuviera una oportunidad.
Hawking dijo: la especie humana debe colonizar el espacio para sobrevivir, y le hicieron caso. La exploración de los exoplanetas fue clave para encontrar la perfecta vía de escape a un planeta que se le estaba acabando los recursos naturales.
Todas las agencias espaciales en 2015 se fijaron en el descubrimiento del telescopio Kepler cuando localizó el planeta K218b. Estaba ubicado en la constelación de Leo y giraba alrededor de una estrella roja enana. Se encontraba en la zona habitable y recibía el calor suficiente para poder tener agua líquida. El candidato perfecto a colonizar. ¿El problema? Que estaba a 100 años luz de la Tierra. La tecnología no estaba lo suficientemente avanzada para poder realizar el viaje.
Todos los conocimientos adquiridos en los proyectos Artemisa de la Nasa en gravedad cero en las bases de la Luna como en Marte, sirvieron para crear el proyecto Leonis.
Ahí entré yo. Creando un ser humano capaz de reproducirse en el espacio, modificado genéticamente para que la falta de gravedad no fuera un problema.
Me llamaron Helen, como la astronauta europea que viajó al espacio; Helen Sharman.
Desde que nací todo fue un entrenamiento constante. Pruebas y más pruebas diarias para comprobar que todo estaba correcto: Acostumbrar mi cuerpo a la alta gravedad, estudios psicológicos para saber mi estado mental y anímico… Fui creciendo hasta que el proyecto entró en la fase final.
Conocí a mi compañero de viaje Pedro, el único acompañante hacia el planeta k218b. Manteníamos largas conversaciones para así conocernos un poco mejor antes del viaje. Nos sentíamos observados y analizados constantemente.
Pasaron los meses. Con Pedro tenía total confianza y parecía que los que nos observaban se alegraban de ello. Los últimos exámenes estaban cada vez más cerca. Faltaba muy poco para que llegara el día del lanzamiento. Ambos no podíamos evitar preocuparnos y sentir algo de miedo: nos habían mentalizado que sería un viaje sin retorno. Hacerse a la idea no era fácil, pero nos habían preparado para ello. Éramos genéticamente mejores pero, ¿sería suficiente?
EL LANZAMIENTO Y LOS PRIMEROS DÍAS A BORDO AÑO 2046
Cabo cañaveral nos esperaba. El lanzamiento fue todo un éxito. Salimos de la atmosfera terrestre rumbo a lo desconocido. Dejamos atrás nuestro planeta. Los astronautas que estaban en la estación espacial internacional, nos saludaron con un gran cartel de buena suerte. La nave se estabilizó y pudimos desabrochar nuestros cinturones, comenzando a flotar por la falta de gravedad.
Fue pulsar un botón y volvimos a pisar suelo.
El interior de la nave era de un color blanco. No le faltaba de nada, desde una sala para hacer ejercicio hasta un gran laboratorio donde hacer experimentos. Aunque no estábamos solos. Nos acompañaba un androide con inteligencia artificial con conocimientos de medicina, agricultura y otras ciencias.
Lo habían programado para ser nuestro guía en el viaje. Tenía reacciones como un humano: podía razonar y mantener una conversación, aunque su interior fuera de metal duro y resistente.
Los primeros días en la nave los dedicamos a condicionarla para poder asegurarnos nuestra supervivencia. Activar las salas preparadas para cultivar alimentos, dónde la temperatura estaba totalmente adaptada. Ejercicios diarios que ayudaban a que nuestro cuerpo no perdiera tanta densidad ósea.
Pedro y yo formábamos un gran equipo. La confianza era total y eso nos ayudó a ambos a hacer más llevadero el viaje; él disfrutaba con la pintura y yo con la escritura; dibujaba como sería el nuevo mundo mientras yo le ponía letra.
– Pedro ¿Cómo será el nuevo planeta?
– Dicen que es como la Tierra pero más grande.
– ¿Encontraremos vida?
– Si hay agua, posiblemente la habrá.
– ¿Te acuerdas de tus padres?
– Si Helen ,todos los días
– He comenzado a olvidarme de sus rostros. Intento verlos pero los veo borrosos.
– A mí me pasa lo mismo.
– Estamos locos por hacer este viaje sin retorno.
– Posiblemente. ¿Pero si no lo hacemos nosotros, quién lo hará?
– Eso también es verdad.
Esa conversación no la olvidaré nunca, solo tenía 16 años. Ahora soy una mujer escribiendo en este diario a punto de convertirme en una futura madre ilusionada por ver la cara de su primer hijo. Una niña con el nombre de Valentina. Para no perder la tradición de mi madre de poner un nombre espacial, le puse como la primera mujer cosmonauta, Valentina Tereskova.
VALENTINA AÑOS 2066 – 2082
Valentina, una niña nacida en el espacio que no cesaba de hacer preguntas, alguna de lo más difícil de contestar. Le encantaba que le contásemos historias sobre la Tierra. Se le iluminaban los ojos y siempre quería más. Se la educó en todas las materias posibles: ciencia, literatura, matemáticas… pero en lo que más disfrutaba era la historia. Tenía la capacidad de retener la información casi como un ordenador; su coeficiente intelectual era muy elevado. Su vida en la nave se iba adaptando a nuestras tareas, iba creciendo y al mismo tiempo preparándose para el futuro.
Era una niña llena de energía que de pronto al llegar la adolescencia se fue apagando. Pedro y yo la veíamos muy desanimada anímicamente y no sabíamos cómo actuar.
Todo lo referente a los sentimientos nunca ha sido fácil para nosotros. Nos prepararon para ser analíticos, no románticos. Pero ella, a diferencia de nosotros, no podía evitar sentirse perdida, como si le faltara algo. Por eso decidimos cambiar sus tareas y darle algún estímulo, para ver si reaccionaba. Tuvo el efecto deseado. Ponerse el traje y dar un paseo espacial le encantó. Ella observaba el universo, tenía tiempo de mirar las estrellas y las luces de los planetas lejanos. Sentirse útil y con los ánimos renovados.
El universo puede ser hermoso pero también hay que tenerle cierto temor; en cualquier momento esta tranquilidad se puede convertir en un gran peligro.
Un día mientras Valentina y su padre se encontraban en el exterior de la nave, un banco de asteroides se aproximó a la nave con intenciones de chocar en cualquier momento. El problema es que en el exterior no se oían los gritos de alerta. Tuve que improvisar, coger un trozo de papel y escribir las palabras: PELIGRO, ENTRAD.
Pedro fue en busca de Valentina pero no le dio tiempo. Uno de los asteroides chocó con la Leonis provocando que ella se alejara de la nave. Tuvimos suerte que le sujetaba una cuerda de seguridad sino hubiera acabado a la deriva y en el espacio profundo.
El próximo asteroide cada vez estaba más cerca, No había mucho tiempo.
Pedro, sin pensárselo dos veces, cogió la cuerda que la unía a la nave, arrastrándola dirección a la escotilla, mientras Valentina se iba impulsando dirección a la nave con el propulsor del traje. Llegaron ambos a la puerta a tiempo del impacto.
Los asteroides que chocaron no eran suficientemente grandes, pero hicieron unos cuantos destrozos que nos tuvieron ocupados unas cuantas semanas. Lo malo que perdimos la radio de comunicación de la Leonis. Dejándonos sin comunicación y sin la posibilidad de contactar con alguien, en caso de emergencia. “Estábamos solos”.
Creía que iba a morir Valentina, que la cuerda se rompería y su cuerpo acabaría a la deriva, perdida en el universo infinito. Mejor dejar los paseos espaciales por una temporada.
-La verdad, no sé que decirte. ¿Cómo fue tú primera vez?
– Con un miedo que me recorría todo el cuerpo. No sabía lo que iba a sentir. Fue un desastre.
-Menos mal, porqué tenía tanto miedo que hasta cerré los ojos, solo quería que acabara y salir de la sala. Sonaba una voz que me susurraba en el oído palabras que no entendía, que no paraba de repetirme que me iba hacer sentir bien.
-Alan, te diré lo que me dijo nuestra madre cuando salí por primera vez. Que me dejase llevar, que me relajara y que confiara en mis instintos. No pensar”./span>
-Eso no ayuda mucho la verdad, porqué lo único que hago es temblar.
-Por lo menos intenta no cerrar los ojos. Con el tiempo se convertirá en tu sala favorita, ya lo verás.
– De momento me vuelvo a la sala de alta gravedad.
– Como quieras.