Crónicas corovirales

Alexandra Cahnita, Composición de manos. Crédito: https://www.behance.net/gallery/48778755/Hands-composition
En medio de la incertidumbre de esta pandemia, hace unas semanas recibí un libro de un buen amigo médico de Francia. El autor y el título del libro me sonaban. En medio de la interminable lista de lecturas que me impongo y me son posibles en las actuales circunstancias, programé leerlo en una fecha ulterior después de hojearlo, hasta que hace unos días mi amigo me envió un mail inquiriendo si me había gustado el libro y que paralelos encontraba con lo que estaba ocurriendo. Por vergüenza decidí no escribirle antes de haberlo leído. El libro me pareció estupendo pues tiene relación con lo que acontece hoy día y no solo eso, me dio también la idea de escribir crónicas corovirales, de las cuales esta es la primera entrega y tendrán que ver con lo que acontece y la relación del ser humano con la enfermedad y por ende el sufrimiento y la muerte, así como toda la incidencia que tiene lo que estamos viviendo en nuestras vidas.
Esta pandemia, la primera que en un tiempo muy corto tiene un carácter universal, va a tener impactos muy diversos en nuestras vidas individuales y colectivas. Es el primer hecho real que va a tener en común prácticamente toda la humanidad cuando pensemos en esto dentro de unos 10 ó 20 años. Antes la referencia habria sido que hacías tú o yo el día que el hombre descendió en la luna, o el día que cayó el muro de Berlin. Esta pandemia nos marcará y lo peor es que es un enemigo real pero invisible, que sabemos aproximadamente cuando comenzó pero no sabemos a ciencia cierta cuando acabará, si acaba.
Va a haber por lo mismo un antes y un después, y los impactos psicológicos, sociales, económicos y políticos son de una gravedad que nos es bien difícil de predecir en forma inmediata. Lo cierto es que las cosas ya no serán como antes. Muchas cosas van a cambiar, pues hasta los más sencillos rituales de contacto y el saludo cambiarán totalmente de características. Algunos deportes y hasta algunas formas de baile quizás desaparezcan. Algunos géneros de baile como el bolero y el valse, serán quizás reservados para los temerarios y los espontáneos. El beso mismo, la expresión más pública de la pasión o el afecto, para satisfacción y alivio de los puritanos, se reducirá como consuelo a un simple beso volado.
El libro del cual hablaba era “Semmelweis”, que es la biografía del médico húngaro Ignaz Philippe Semmelweis (1818-1865), escrita por el controvertido médico y escritor francés Louis Ferdinand Celine. Digo controversial, pues Celine, terminó siendo asociado a una primera novela, fascinante y genial como lo fue “Viaje al fín de la noche” a tal punto que eso opacó toda su obra posterior. Y, también porque al ser acusado de simpatía y colaboración con las fuerzas alemanas que ocuparon Francia durante la segunda guerra mundial, pasó un año en prisión y fue un autor de alguna manera aborrecido y maldecido. Si bien el ostracismo moral quedó para siempre, su reivindicación como escritor, que de alguna manera si se le debía, se realizó muchos años después de su muerte.

Ignaz Philippe Semmelweis
“Semmelweis”, había sido el tema de su tesis para graduarse de médico, y es la biografía del médico húngaro Philippe Ignace Semmelweis, quien fue el pionero de lo que se llama el “lavado de manos” , o de la asepsia que es algo muy banalizado hoy en toda práctica médica. A mediados del siglo XIX, no lo era y gracias a este pionero vemos que sobre todo en épocas de pandemia como la que vivimos resulta fundamental.
Recién llegado a Viena como estudiante a mediados del siglo XIX, Semmelweis fue interno en la sección de partos del Hospital General de la capital de Austria. Muy observador él, descubrió que habían dos médicos que manejaban dicha sección del hospital. Uno era el doctor Klein y el otro Bartch. El primero daba las clases prácticas a los alumnos que estudiaban medicina, cuya mayor parte del tiempo la pasaban haciendo autopsias y el otro enseñaba a las comadronas que atendían a las parturientas más pobres de Viena y que no estudiaban medicina.
Semmelweis veía que los estudiantes de Klein , sin mayor tramite pasaban de la sala de autopsias a atender un parto, sin respetar las más mínimas medidas de higiene, con los mandiles manchados de sangre de las autopsias, el material médico sin lavar y con las manos llenas de microbios por el contacto con los cadáveres, cuando es consabido que estos son un reguero de microbios, específicamente de miasmas de cualquier tipo. Las consecuencias eran claras y evidentes. Los alumnos de Klein terminaban contagiando a las parturientas y también a los niños que nacían. La mortalidad de las madres era más del 10% por cada cien. No solo eso, sino que la mortalidad de muchos niños de madres infectadas sobrepasaba también mas del 10% antes de que los niños cumpliesen primer año de vida.
Al morir Kolletschka, médico forense, que era uno de sus colegas como consecuencia de haberse infectado con un bisturí con el cual hacia una autopsia, Semmelweis al analizar la autopsia del cuerpo de su colega, descubrió que este había muerto con los mismos síntomas, que habían tenido las mujeres infectadas y que había dado lugar a la fiebre puerperal de la cual habían fallecido. O sea se descubrió al mismo tiempo que dicha causa de muerte no era monopolio de las mujeres parturientas.
Semmelweis comenzó a hacer una cruzada en el Hospital General de Viena para respetar esas normas de higiene mostrando las evidencias que eso podía aminorar las muertes de las parturientas pidiéndole incluso al todopoderoso Dr. Klein que se lavara las manos e inculcase eso en sus alumnos. Klein se opuso y frente a ese rechazo la insistencia de Semmelweis, que era alguien muy vehemente e impulsivo, termino haciendo que fuese despedido del Hospital General de Viena. No le renovaron el contrato. Es curioso el poder que tenían los mandarines en los hospitales vieneses, pues aunque Semmelweis tenía para sus sugerencias y reclamos el apoyo de Rokitansky y Skoda , otros mandamases del Hospital que eran también de origen húngaro, estos no tenían el peso de Klein.
Decepcionado ya de retorno a Budapest, Semmelweis pudo reubicarse en su tierra natal y comenzar a aplicar y propagar lo positivo que era la higiene en la práctica clínica, pero igual vio que las reticencias eran grandes. Quiso difundir los mismos hábitos en Europa enviando emisarios para difundir, los beneficios de la higiene. Nada.
La desesperación de predicar en el desierto hizo que Semmelweis se fuese retrayendo y se dedicase solitario a sus investigaciones para darle mayor consistencia a sus argumentos. Al final se concretizaron en un estudio sobre la fiebre puerperal como consecuencia del contagio por falta de higiene, que salio a la luz en 1861.
Sin embargo las energías gastadas en su cruzada con sus contundentes argumentos solo a medias escuchados fueron minando la salud mental de Semmelweis, quien tuvo que sufrir la pérdida de dos de sus menores hijos a causa de contagios diversos. Eso era demasiado para este mártir de la medicina. Poco a poco Semmelweis fue perdiendo la razón. Con un comportamiento estrafalario trataba de difundir sus enseñanzas. Al final comenzó a delirar y sus amigos optaron por llevarlo a Viena e internarlo en el Hospital General, donde falleció tres semanas después. Años después, Pasteur y Koch encontraron que detrás del contagio había toda esta base microbiana, que sin una mínima higiene se podía transmitir y tener consecuencias fatales, mas aún en situaciones como el parto. El reconocimiento a Semmelweis por lo mismo fue póstumo. La loable labor de todos aquellos que nos protegen a nivel sanitario y médico en esta dolorosa e interminable pandemia y las múltiples precauciones que toman para no ser ellos mismos portadores de contagio es el mejor tributo que se le puede rendir a un pionero de esa meticulosa higiene que debe tener la práctica médica, cuyo pionero fue Semmelweis.
Jorge Smith es Psicólogo, graduado en la Universidad de París. Ha trabajado en el Instituto Libertad y Democracia. Consultor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Ha sido Director del Centro Cultural de la Universidad Peruana de Arte Orval y actualmente es Director del Centro de Gestión y Promoción de la Investigación Académica de la Universidad Peruana Simón Bolívar.